Un ejemplo de “literatura menor y
fronteriza”: Avión de ricos ladrón de
cerdos una propuesta de análisis
Selena Nobile
Università della Basilicata
Università del Salento
(Italia)
Hace
años que me ocupo de la emergencia[1] de las literaturas
hispano-africanas[2]
y de la migración[3]
a España, y, en el presente estudio, el objetivo que me propongo es el de
analizar una de las novelas más interesantes del escritor guineoecuatoriano que
escribe en castellano Juan Tomás Ávila Laurel: Avión de ricos ladrón de cerdos. Autor prolífico Juan Tomás Ávila
Laurel que, hasta ahora, ha publicado varias obras enfrentándose con todos los
géneros literarios, de la poesía a la prosa, del teatro al ensayo. Autor que
hasta 2011 ha vivido en su país donde ha escrito y publicado sus obras. Sin
embargo, a causa de su actividad de
oposición a la dictadura de Obiang, a principios de 2011, después de una huelga
de hambre, tuvo que
huir de su país de origen y ahora vive en Barcelona donde sigue su lucha contra
la dictadura denunciando, dando conferencias sobre la
situación de su país y sobre la literatura de Guinea Ecuatorial escrita en
castellano. Su escritura, por lo tanto, entraría también en la categoría de
literatura migrante.
Para
contextualizar dicha novela y a su autor, sin embargo, y ante todo, quiero
reflexionar sobre los conceptos de literatura de frontera y de literatura
menor, conceptos que comparten muchos rasgos para luego aplicarlos a las
literaturas hispano-africanas y en
particular a la novela en cuestión.
La
etimología de la palabra frontera procede del latín frons frontis, “frente”, e indica dos países que están el uno en
frente del otro[4].
“Estar en frente” significa entrar en contacto, encontrarse. El encuentro no
siempre es pacífico, al contrario, la historia nos enseña lo conflictivos que
han sido los encuentros/desencuentros entre distintas civilizaciones. Toda la
modernidad es el resultado del “descubrimiento” de América, momento histórico a
partir del que se ha producido un desencuentro con el “otro” determinando su encubrimiento
por parte de Occidente[5], y lleva rasgos hegemónicos en el establecimiento de las
relaciones entre centro y periferia, entre norte y sur del mundo. Al mismo
tiempo, de este encuentro/desencuentro sale
una tercera otredad que no es la simple suma de la primera y de la segunda,
sino una síntesis, una hibridación, un mestizaje no indiferenciado de las que
la han generado. Este mestizaje, fruto de una continua negociación de elementos
que se oponen el uno al otro, representa el espacio intersticial en
el que se produce una literatura de los mundos, o sea, de una literatura, que
ya no es el sistema de valores estéticos y culturales europeos proyectados en
el mundo[6], sino un tercer espacio en
el que entran en contacto distintas otredades.
La emergencia, en la accepción de Guillén, en los
últimos decenios, de literaturas que escapan a la definición canónica y
hegemónica de tipo euro-céntrico, que ha monopolizado la atención de la crítica
que sigue siendo universalista y occidentalista, hace derrumbar el concepto de
literatura nacional con el que se suelen indicar las literaturas europeas y de
poscoloniales con el que se suelen indicar todas las literaturas que no
proceden del llamado “mundo occidental”. Entre estas literaturas fronterizas[7] podemos destacar las literaturas de la migración y
todas esas literaturas producidas en las periferias del mundo por parte de
autores que utilizan una lengua colonial o cualquier otra lengua “mayor” como
su lengua de expresión artística y que huyen a la definición de autores
poscoloniales por las temáticas y formas narrativas que proponen.
El concepto de lengua mayor que acabo de utilizar
nos acerca a la definición de literatura menor. Una literatura menor es “la
literatura que una minoría hace dentro de una lengua mayor”[8].
Generalmente con el término lengua
mayor se indica una lengua que no es autóctona del lugar donde nace una
literatura menor pero que se sitúa en una posición hegemónica respeto a las
hablas locales. Si tenemos en cuenta el papel sociolingüístico y cultural que
el castellano ha tenido en Guinea Ecuatorial se puede decir que estaría en una
posición “mayor”. Y que, en un cierto sentido, ejercería el mismo papel que las
demás lenguas europeas ejercen en todos los países que han sufrido el
colonialismo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el castellano no
ejerce ya una verdadera hegemonía en el espacio geopolítico en el que ha nacido
dicha literatura, ya que es el francés la lengua europea que desarrolla ese papel dominante-hegemónico. Y este
elemento de ser lengua mayor sui generis es el elemento que comparten
todas las literaturas hispano-africanas junto, como veremos, al rechazo de la
dimensión poscolonial como rasgo definitorio de su esencia.
A pesar de
todo, hay que decir que, en estos contextos, las lenguas europeas, con palabras
de Deleuze y Guattari, son lenguas desterritorializadas y vehiculares ya que
sólo las lenguas autóctonas-vernaculares se pueden considerar míticas y
referenciales[9].
La
desterritorialización está conectada con la posibilidad concreta de que una
lengua pueda representar y traducir una realidad ajena a su tradición y
evolución histórica aún más cuando se utiliza una lengua colonizadora. De hecho
la adaptación de la lengua colonial a los discursos anticoloniales y
poscoloniales es muy compleja y nunca es neutral. Se puede decir que los
escritores no se limitan a utilizar las formas estándar, sino que las
personalizan dándoles una forma alternativa. En este sentido hacen lo que
Deleuze y Guattari sintetizan bajo dos categorías: “reterritorializan
simbólicamente la lengua a base de arquetipos, de cábala, de alquimia, o van
más lejos en la desterritorialización a fuerza de sobriedad”[10].
En ambos casos, o que hagan un uso intensivo o simbólico de la lengua, producen
una literatura revolucionaria, o sea, una literatura que derrumba los cánones
tradicionales y que desvela las contradicciones del mundo posmoderno.
Otros
rasgos definitorios de las literaturas menores son: “la articulación de lo
individual de lo inmediato político, y el dispositivo colectivo de enunciación”[11].
La desaparición de la dimensión individual a favor de la política y colectiva
es algo imprescindible en una literatura que se propone como una alternativa
social “lo que el escritor dice totalmente solo se vuelve una acción colectiva,
y lo que dice o hace es necesariamente político, incluso si los otros no están
de acuerdo”[12].
De hecho la literatura va a cumplir ese papel de concienciación colectiva y
social que en algunos contextos “la conciencia civil o nacional” no pueden
cumplir.
Por mucho
tiempo la crítica ha defendido la tesis de que una característica que define lo
poscolonial es el rechazo del colonialismo y la dimensión anticolonial del
intelectual. Sin embargo, como decía antes, este elemento, que sin duda caracteriza
buena parte de la literatura generalmente definida “poscolonial”, no lo
encontramos, en cambio, de forma tan tajante en las literaturas
hispano-africanas, y éste es un elemento que nos aleja de esa visión
universalista y dicotómica que reduce todas las literaturas de los mundos en
dos categorías, las que he citado antes: literatura nacional y literatura
poscolonial.
De hecho en
las literaturas escritas en lengua castellana en Marruecos, en Guinea
Ecuatorial, en el Sahara Occidental, países que han sufrido el colonialismo
español, casi no existe esta dimensión anticolonial. En el caso del Sahara
Occidental el castellano es, incluso, la lengua de denuncia que se hace vocera
de las reivindicaciones de autodeterminación en contra de la ocupación marroquí.
Es la lengua que cruza la frontera para denunciar. En el caso de Camerún, de
Túnez, países donde se ha registrado una producción literaria en lengua
castellana, el castellano, que no ha sido lengua colonial, aún menos presenta
una dimensión anticolonial con respeto a la relación que estos autores
establecen con la lengua castellana[13].
En Guinea
Ecuatorial, a diferencia de otros países africanos, no ha habido escritores que
hayan luchado contra el colonialismo, y, sobre todo hay que tener en cuenta que
“el discurso anticolonial en Guinea Ecuatorial fue secuestrado por el régimen
de Macías hasta tal punto de que la práctica de la hispanofilia se convirtió en
un refugio de resistencia, un territorio de nostalgia”[14].
Además, una parte de estas producciones se ha escrito en el exilio, de forma
que la elección del castellano, como lengua de disidencia y como lengua de la
“patria” perdida, ha sido bastante natural y esto ha determinado, en buena
medida, la ausencia de una dimensión anticolonial. En cambio, se puede decir
que todas las literaturas nacidas en contextos coloniales/poscoloniales
presentan las características de las literaturas menores y, por lo tanto, si
todavía tiene sentido recurrir a la categoría de literatura poscolonial lo
tiene re-semantizándola en relación al concepto de literatura menor.
La
articulación de lo individual de lo inmediato político, y el dispositivo
colectivo de enunciación son elementos que caracterizan la novela Avión
de ricos ladrón de cerdos. De hecho,
el yo narrador del protagonista se desarticula colectivizándose. Este proceso
se realiza dándole a la narración la forma de oraliture. Por su misma naturaleza el cuento oral es colectivo, el
yo del griot, o mejor dicho del Mb'm-mvet, se superpone al nosotros del
público oyente. Y es lo que el autor hace en su obra. En varios momentos el
autor/narrador se dirige directamente a un público oyente más bien que lector y
esto lo demuestra el uso de la primera y tercera persona plural:
“Llegado aquí, debemos retomar
la historia que empezamos cuando hablamos” (62), “Ya hemos contado todo lo
referente a aquel hombre” (73), “recuerden que dije que cuando…” (241), “Ahora
que estamos aquí, aprovecho para decir que” (247), “¿Se lo imagina alguien?
Esta posible historia que hemos llamado insólita” (247)[15].
De hecho,
si se estuviese dirigiendo a un público lector recurriría a la tercera persona
singular; pensemos en el celebérrimo “desocupado lector”, ya que la lectura es
un hecho individual. Además el narrador para poner de manifiesto que está contando
algo utiliza siempre el verbo decir, hablar y sus sinónimos. Y es precisamente
en esto donde se produce la desarticulación de lo individual en lo colectivo,
un colectivo que al mismo tiempo es político. Y así, se presenta como un
moderno Mb'm-mvet que cuenta algo que
pueda tener un sentido didáctico. Todas las narraciones orales persiguen una
“moraleja” y es lo que hace también Juan Tomás Ávila Laurel. Con su obra
denuncia, da a conocer, los problemas que afectan a su país. Esta forma de
compromiso es un elemento que define también la esencia de la literatura menor.
De hecho, el concepto de “arte por el arte” es una dimensión que no tiene
cabida en estos sistemas literarios.
Lo que se
puede poner de manifiesto es que en Avión de ricos ladrón de cerdos el compromiso es muy tajante, y, sin embargo, no está
conectado directamente con las críticas anticoloniales. Por el contrario su
autor critica la gestión del poder en su país en la contemporaneidad, no hace
remontar los problemas de Guinea Ecuatorial al pasado colonial, a él le
interesa el hic et nunc. Con ironía,
critica y ataca la corrupción de su país y la conducta violenta del ejército:
“cuenta de que
nuestros valientes militares no pierden tiempo cuando tienen la ocasión de
golpear” (16), “pues todo el mundo sabe cómo conducen los militares en este
país” (221), “porque sabía que en esta república una cosa es dictar las normas
y otra, cumplirlas” (18).
Sin
embargo las críticas más feroces son las que hace en contra de la hipocresía de
la iglesia, de la doble moral que caracteriza su manera de actuar en África y
su ceguera frente a los que son los verdaderos problemas que afectan al
continente. Estas críticas se producen directamente atacando la postura del
papa frente a la cuestión del aborto:
“Hay un señor que
anda por allí con unas túnicas bordadas en oro y con crucifijos engastados en
el mismo metal. A este señor se le ocurre decir que los que abortan son
enemigos de Dios. Sin ser de ninguna ONG ni abandonar la fe que me dieron a
conocer con el bautismo, y juzgando con sentido común, me atrevería a decir, y
ante las mismísimas barbas de ese señor, que la historia de una madre que
hierve piedras, y no sería la única, para el doloroso e inhumano consuelo de
sus hijos es cien veces más grave que la de setecientas mujeres que abortan. El
pecado cometido por quienes abortan es una ligera falta en comparación con la
monstruosidad de que los niños coman piedras” (215),
e,
indirectamente, recurriendo a algunos cuentos interpolados cuya moraleja es
siempre la misma: criticar una iglesia que se ha olvidado del verdadero mensaje
evangélico. Como el relato del obispo que, habiendo mandado levantar “una
inmensa catedral”, “esperaba la aprobación de su gente” (216), y que, en
cambio, encontró un loco/cuerdo que le dijo: “Su excelencia reverendísima, al
revés que Jesucristo, convierte los panes en piedra”.
Además
el autor denuncia también la explotación que el hombre blanco sigue perpetuando
sobre los africanos. De hecho, el episodio del médico blanco pederasta que a
cambio de prestaciones sexuales les da de comer a decenas de niños es una
metáfora de la condición de subalternidad en la que se encuentra África. El
doctor Edu en apariencia es casi un padre, una madre para estos niños, en
realidad es el que les quita la infancia negándoles todas las posibilidades de
rescate recurriendo a formas de chantaje:
“Nosotros no
disfrutábamos de todas aquellas cosas porque aquel doctor fuera nuestro padre o
nuestra madre, sobre todo madre, que en esta África nuestra es la que busca la
comida, sino que todo en esta vida tiene un precio, y aunque nuestra madre no
nos pasará la factura de todas las comidas que nos había servido en su vida, en
la nuestra, quien pone comida, bebida, casa y protección es porque quiere algo
a cambio” (88).
Como
ya hemos visto otro elemento que caracteriza las literaturas menores para
Deleuze y Guattari es la desterritorialización de la lengua. Hemos destacado
también que una respuesta a la misma puede ser o una reterritorialización simbólica de la lengua a base de arquetipos o una
desterritorialización que va más lejos a fuerza de sobriedad[16].
En el caso de Juan Tomás Ávila Laurel podemos decir que se produce una
reterritorialización simbólica que se realiza adaptando el castellano a las
formas de oraliture de las que hemos
hablado y, al mismo tiempo adaptando este idioma a la representación de la
concepción africana del tiempo que como afirma Inongo-Vi-Makomé es una
concepción retroactiva que “va hacia atrás –que- empieza en el presente para
perderse en el pasado”[17]. “El negro africano
tradicional no va al encuentro del tiempo; espera que sea el tiempo el que
venga a él. Es lento, repetitivo, camina hacia el futuro de espaldas y mirando
al pasado”[18].
Dicha reterritorialización pasa por un experimentalismo formal, o sea, por una
narración rapsódica caracterizada por larguísimas digresiones y cuentos
interpolados que interrumpen la narración principal, para retomarla en un
segundo momento. Esta estructura de cajas chinas, y el estilo rapsódico de la
narración recuerda desde muy cerca la novela Serafim Ponte Grande de Oswald de Andrade. Además Juan Tomás Ávila
Laurel parece homenajear al escritor brasileño en el siguiente pasaje:
[A pesar de que en
él] “personalmente albergaba cierta esperanza de que sus gestas fueran
premiadas, dentro de sí crecía la convicción de que cualquiera que se haya
apostado en un rincón de su pueblo con sólo un kalashnikov desprovisto de
cargador y que, además, no haya estado desde el principio en las filas
insurrectas, es decir, en el bando del que se levanta en armas para tomar el
poder, siempre es mirado con desconfianza” (60-61)
que
tiene muchos elementos en común con éste: “Mas eu sou o único cidadão livre desta formosa cidade, porque tenho um
canhão no meu quintal. Modéstia a parte, eu mesmo sou um símbolo nacional.
Tenho um canhão e não sei atirar[19].
Además hay
que destacar que Juan Tomás Ávila Laurel con esta novela está dialogando con
otros escritores de Guinea Ecuatorial y no sólo: con Donato Ndongo, María Nsue,
Wole Soyinca, Chinua Achebe y Ngugi wa Thiong’o por presentarnos un personaje
paradigmático que Baltasar Fra Molinero define mesiánico, símbolo del conflicto
entre tradición y modernidad que caracteriza, en buena medida, toda la
literatura africana. O sea, el “del personaje que regresa al país natal a
salvar a su pueblo”[20].
El de un hombre que lleva consigo los valores tradicionales de su gente pero
que al mismo tiempo, habiendo estudiado en el extranjero, conoce la modernidad.
Sin embargo, no siempre este personaje es un personaje positivo, un ganador de
la historia. Por el contrario cuando por mucho tiempo, como en el caso de la novela Ekomo de María Nsue, el hombre negro
ha llevado por mucho tiempo la máscara blanca, teorizado por Fanon, es
destinado a la derrota final:
“Nfumbá’a, el africano de hoy, hombre del mañana, tras
estar dos lluvias en Europa dejó su tradición encerrada entre los libros; dejó
allí su personalidad y sus creencias africanas, y el ser sin continente regresó
a su pueblo con un disfraz de europeo pero sin el europeo dentro: con una
máscara de Europa pero sin su rostro en ella. Medio blanco, medio negro[21]”.
En el caso
de Avión de ricos ladrón de cerdos es Yambambé Yambambó, a diferencia de Nfumbá'a, el personaje
casi mitológico, positivo. El eco de sus hazañas sigue vivo en la memoria del
protagonista de la novela. Muchas veces hace referencia a este personaje que
para él es un modelo ético que hay que imitar:
“Ya
hemos contado todo lo referente a aquel hombre que salió de Guinea para
estudiar medicina y volvió con un diploma que nunca enseñó a nadie y con el
alma impregnada del aroma de un gran poeta negro que marcaría su existencia,
Yambambé Yambambó amó como se ama en África y se lamentó solamente una vez,
cuando las mentes inicuas del nuevo régimen que contribuyó a erigir no juzgaron
heroicas sus hazañas y le dejaron sin gratificación. Hablaba el latín, lengua
que aprendió cuando sobre Guinea proyectaba otra sombra” (73).
No obstante
eso, y no es una casualidad, a diferencia de los demás personajes mesiánicos,
no va a Europa a estudiar sino a Cuba. La elección de Cuba no es casual por ser
el símbolo de la revolución anticapitalista y por ser la patria de Nicolás
Guillén, poeta defensor de los derechos de los negros que el autor indica con
una perífrasis: “el alma impregnada del aroma de un
gran poeta negro” (73). La presencia de Cuba, el
homenaje a Nicolás Guillén, las referencias implícitas a la Negritud de
Fernando Ortiz y a Oswald de Andrade, el fundador del movimiento de la
antropofagia, nos permiten decir que el mesías de Juan Tomás Ávila Laurel, a
diferencia de sus predecesores, no mira hacia Europa, por el contrario sus
modelos de referencia son, a su vez, el producto de la transculturación y de
una cultura compósita[22]
que se opone al modelo atávico europeo y a su noción de modernidad que ya no se
ajusta al mensaje que el autor quiere trasmitir.
Para
concluir, se puede decir que Juan Tomás Ávila Laurel, reelaborando la dicotomía
tradición/modernidad, se pone en una posición fronteriza, en un lugar de tránsito, de tras-paso. Además, concretiza su hacerse menor a través de
su capacidad de minar el lenguaje y de hacerlo huir por una línea doblemente
revolucionaria[23] y proponiendo un diálogo circular y paritario con y entre sureños, entre
sujetos que se están rescatando de la posición de subalternidad en la que los
ha puesto Europa forzosamente.
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[1] Utilizo el
término emergencia parafraseando al ilustre comparatista Claudio Guillén, el
que en el ensayo “Mundos en formación: los comienzos de las literaturas
nacionales” (2007) utiliza el neologismo literatura emergente como calco del
inglés (emerging literature) para indicar la formación de nuevos
sistemas literarios.
[4] Cassano Franco. Il pensiero
meridiano. Roma, Bari: Gius. Laterza & Figli, 1996. p.53. (énfasis mío)
[6] Gnisci, Armando. Creolizzare
l’Europa. Letterature e migrazione. Roma: Meltemi, 2003. p.25,
énfasis mío
[7] Ya
Gramsci en su estudio Alcuni temi della quistione meridionale había teorizado un modelo geográfico para
conocer la situación real del sur de Italia. Sólo conociendo el sur con todas
sus contradicciones se podía llegar a interpretar el norte. Así que partiendo
de Gramsci y siguiendo con el pensamiento de Bhabha, llegamos a definir cómo,
por medio de los estudios fronterizos, se puede salir de la frontera misma y se
puede entrar en contacto con el norte estableciendo con éste un diálogo entre
pares.
[8] Deleuze,
Gilles; Guattari Félix. Kafka. Por una
literatura menor, México D.F.:
Ediciones Era SA, 1978. (Trad. de Jorge Aguilar Mora). P 28.
[10] Cifr.
Deleuze, Gilles; Guattari Félix. Kafka. Por una literatura menor, Op. Cit. p. 32.
[13] Me he
ocupado de este tema en mi tesis doctoral. Tesis defendida en mayo de 2008 en
la universidad del Salento (Italia). Título de la tesis La literatura hispano-marroquí. Un modelo mediterráneo posorientalista
y posoccidentalista.
[14] Fra-Molinero,
Baltasar. “La figura ambivalente del personaje mesiánico en la novela de Guinea
Ecuatorial”. Ngom, Mbare Faye. Ed. de. La recuperación de la memoria: creación
cultural e identidad nacional en la literatura hispano-negroafricana.
Servicios de publicaciones Universidad de Alcalá. Alcalá de Henares: 2004.
p.120.
[15] Ávila Laurel, Juan
Tomás. Avión
de ricos, ladrón de cerdos, novela, El
Cobre Ediciones, Barcelona, 2008. Todas las citaciones a partir de ahora van a
ser sacadas de dicha edición de la novela.
[17] Vi-Makomé,
Inongo. La emigración negroafricana:
Tragedia y Esperanza. Barcelona: Ediciones Carena, 2000. p. 12.
[20] Fra-Molinero,
Baltasar. “La figura ambivalente del personaje mesiánico en la novela de Guinea
Ecuatorial”. Op. Cit. p.115.
[21] Nsue
Angüe, María. Ekomo. Madrid:
Sial/Casa de África, 2007. p. 107
Selena Nobile. Laureata in Lingue e Letterature Straniere presso l’Università
degli Studi di Lecce nel 2003 ha conseguito il titolo di Dottore di Ricerca in
Studi Letterari Linguistici e Culturali presso l'Università del Salento nel
2008 (Titolo della tesi: La Literatura Hispano-marroquí. Un modelo
mediterráneo posorientalista y posoccidentalista). Ha realizzato studi di “frontiera” sulla
letteratura bilbaina di espressione spagnola, su César Vallejo e Oswald de
Andrade, sulle letterature africane di espressione spagnola (Guinea
Equatoriale, Marocco, Sahara Occidentale e Camerun) e sulle letterature della
migrazione in Spagna e in Italia, in particolare sulle scritture femminili
della migrazione. Ha insegnato letteratura spagnola presso l'Università della Calabria
e lingua e traduzione spagnola presso l’Università del Salento. Attualmente
insegna letteratura spagnola presso l’Università della Basilicata e
l'Università del Salento.
Abbiamo il piacere e l’onore di accogliere il suo contributo al
nostro progetto Comenius.